En el silencio más profundo de la oración, crece y explota mi deseo inmemorial de estar en nuestro hogar eterno, donde el cobijo de Dios es cálido, suave y nos llena de caricias tiernas sin fin.
Padre, oye mi grito ahogado, mi anhelo desquiciante, mis murmullos inaudibles, que se elevan hasta ti, pidiéndote una liberación pronta y estar de nuevo en Tus amorosos brazos, y entonces mi alegría sea total.
Siento una paz extraña en la oración y veo un jardín con veredas que no sé si llevan a alguna parte o si a través de ellas llegué hasta aquí, dónde Jesús a veces me mira con sus ojos luminosos y profundos, pero es tan fugaz su presencia que no logro hablar con él. Pareciera que se esconde de mí. O tal ves, me protege de Su Luz, para que no enloquezca por tanta belleza.
En ese jardín interno silencioso, pienso qué me falta por hacer. Lo recorro, lo escudriño, tratando de hallar el rostro de Jesús, de hablar con él... y me diga qué me falta por hacer.
De repente, en el jardín aparecen flores blancas, pero son esquivas también. Corren y se pierden a lo lejos; no sé si me evitan o desean que las siga, para guiarme a los campos benditos donde nacieron, donde es posible que yo también haya nacido.
En ese jardín, al que llego por medio de la oración, siento cierta felicidad y me contento con ella; pero en ocasiones crece súbitamente y ya no sé si es mía, no sé si es real; porque no es humana y parece venir de otra parte de mí, donde yo no existo, pero sí existo. ¡Es tan confuso!
¿Quién soy en realidad? ¿El que se contenta con la pequeña felicidad o el que siente una felicidad inmensa llena de dulzura? ¿Quién soy yo?
Busco a Jesús otra vez, para que él me lo diga; pero parece que se esconde entre los árboles frondosos de ese jardín, y sólo de vez en cuando me muestra su rostro; otra veces, sus manos, y en momentos excepcionales, su mirar intenso y tierno.
Jesús, quiero verte en toda tu gloria, aunque ello me haga morir, pues prefiero morir que vivir sin contemplar tu Luz, y en ella saber lo que en verdad soy y olvidarme de mí, o desaparecer en ella y no recordar nunca más lo que fui.
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